martes, 22 de noviembre de 2011

El ENIGMA DE LA TELEPATÍA


Fotografías de un filodendro y una máquina, a la cual está conectada, que es la encargada de registrar con trazos los cambios que se operan en la planta ante la presencia de diversos estímulos. Esta máquina, propiedad de David Tansley, no es la primera que se utiliza con el mismo fin, pero es más reciente que la de Backster.
Uno de los fenómenos paranormales recibidos con mayor escepticismo es sin duda la telepatía, tal vez porque no puede apreciarse a simple vista, como sucede con la levitación, el polstergeist y otros.Para saber de su existencia no hay más remedio que confiar en el testimonio, en ocasiones poco confiable, de quienes afirman haber realizado un acto de esta índole o conocer el resultado de pruebas que no siempre son dignas de crédito.La telepatía parece existir, según afirman los parapsicólogos, no sólo entre los seres humanos y algunos animales, sino también, aunque resulte difícil de aceptar, entre los seres vegetales.
Los curiosos experimentos de Backster

En 1969, el doctor Cleve Backster, que trabajaba para la policía metropolitana de Nueva York, realizó las primeras experiencias con plantas, utilizando un polígrafo – o detector de mentiras- de manera accidental, casi por juego. Fijó los cables del aparato al tallo de una planta. Pensó entonces en aplicar un fósforo en la planta, para ver qué sucedía. En aquel preciso instante, la aguja del polígrafo se puso a girar de un lado a otro, como alocada. ¿Sería que la planta había adivinado la intensión de Backster?.

En las siguientes semanas, Backster realizo diversas pruebas intentando demostrar que existe un sentido telepático en las plantas, entre ella la de dejar caer unos cangrejos en agua hirviendo. En el momento de morir los crustáceos en medio de un gran sufrimiento, un polígrafo hipersensible conectado a unas plantas situadas en una habitación contigua reveló que éstas se agitaron frenéticamente.
Se realizaron a continuación experiencias conectando en serie un conjunto de plantas en el desierto, en octubre de 1971, en el desierto de Mojave, al este de Los Angeles, a cargo de Dr. George Lawrence, del Instituto Ecola, de san Bernardino. Estaba seguro de que las plantas reaccionan a ciertos estímulos psíquicos y eléctricos, y de que gracias a sus pruebas podría establecer un contacto muy especial con el cosmos. Como en el caso de los cangrejos, las plantas parecieron enloquecer. Pero eso fue todo lo que se obtuvo. El experimento no progresó.
Como, además de esto, numerosos científicos que intentaron repetir los trabajos de Backster terminaron con sendos fracasos, llegaron a la conclusión de que el señor era un farsante. Incluso se realizó un simposio en enero de 1975, patrocinado por la Sociedad Norteamericana para el Progreso de las Ciencias, donde 5 de los 6 científicos que intervinieron negaron la posibilidad de que las plantas puedan reaccionar “emocionalmente” a los ataques de que puedan ser víctimas y menos aún poner sobre aviso a sus congéneres por medios telepáticos. Después de aquello, el estudio de lo que pudiera llamarse telepatía vegetal cayó en el olvido. Pero en 1982 llegó alguien a darle de nuevo vida.
David Rhoades, biólogo de la Universidad de Washington, descubrió que cuando el sauce era atacado por cierta especie de oruga, sus vecinos de la misma familia secretaban al instante una sustancia que bloqueaba el crecimiento de los insectos. ¿De qué manera se comunicaban entre sí los sauces? Investigadores de los departamentos de Agricultura opinaron que algunos vegetales pueden emitir, en ciertas ocasiones, sonidos inaudibles, ultrasonidos que pudieran alertar a los compañeros. ¿Puede considerarse este caso específico como la telepatía vegetal, con lo cual podría concederse a Cleve Backster por los menos una parte de razón?.
Un poco de ciencia, antes de pasar a los ejemplos
Hace medio siglo, o un poco más, el parapsicólogo checoslovaco Jan Ehrenwald decía que la relación entre madre y recién nacido puede conducir a una especie de simbiosis psíquica muy afín a la telepatía y lo mismo sucede a veces entre unos gemelos o con una pareja que han vivido junto largo tiempo. Una idea que surja de la mente del hombre puede ser captada al instante por su compañera. En especial cuando uno de los dos se encuentra en peligro, el otro capta al instante el mensaje telepático. ¿Significa esto que puede establecerse entre dos seres afines una conversación silenciosa, es decir, telepática?. El Dr. J. B. Rhine, de la universidad de Duke, pasó muchos años estudiando toda clase de fenómenos psíquicos, en especial la telepatía, echando mano de unas tarjetas muy bonitas, cuya forma debían adivinar las personas que se prestaban a ser conejillos de Indias. Jamás resultó nada que valiera la pena.
En 1979, James McDonnell, presidente de la McDonnell. Douglas, empresa aeronáutica de fama mundial, donó 500.000 dólares a la universidad de St. Louis, Missouri, para fundar un laboratorio de investigación en parapsicología. Se nombró al físico Peter Phillips director. Mc.Donnell deseaba que se trabajase de manera científica. Phillips contrato a Steve Shaw y a Michael Edwars, de 18 y 17 años, para realizar experiencias de torsión de objetos metálicos a distancia, además de pruebas de telepatía y psicocinesis. Resultaron un éxito. El director estaba satisfecho: bastaba un apoyo financiero y sujetos dotados para obtener resultados positivos.
Las experiencias, que duraron tres años –hasta que se acabó el medio millón-, fueron filmadas en video. En todos los casos se tuvo la certeza de que no tuvo la certeza de que no hubo trucos. A fines de 1983 se celebró en Buffalo un coloquio sobre “Ciencia, escepticismo y lo paranormal”, donde se mostró lo realizado por Phillips, acompañado por unas observaciones de james Randi, conocido ilusionista profesional. Antes, había escrito a Phillips aconsejándole tomar toda clase de precauciones al realizar las experiencias. Una de ellas es que jamás debe alterarse el curso de una experiencia, ni atender un capricho del voluntario, porque es añagazas parta enmascarar un cambio.
Sugería que hubiera siempre un ilusionista profesional capaz de descubrir los trucos. Y terminaba diciendo que los dos muchachos habían sido discípulos suyos. Mario Bunge, profesor de la universidad McGill, de Montreal, que participo en el coloquio de Buffalo, decía que en un siglo la metapsíquica sólo ha sufrido cambios en una cosa: en su nombre, al ser rebautizada como parapsicología. En lo demás, ha seguido igual. Nadie ha sabido avanzar en su conocimiento.
Unicamente ha habido algún progreso en la parte experimental, dentro de los laboratorios. Pero existe siempre el peligro de que quienes intervienen en las pruebas sepan hacer trampas sin que nadie se dé cuenta.
No parece haber sucedido esto en las experiencias realizadas por el soviético Leonidas L. Vasiliev con dos personas que mantuvo dentro de sus respectivas jaulas de Faraday, a prueba del paso de los rayos gamma, ondas ultracortas y de gran longitud. A pesar de tan formidable barrera, uno de los sujetos transmitió al otro, un mensaje telepático.
El hecho de que intervengan en los fenómenos telepáticos las ondas cerebrales parece haber sido puesto de manifiesto por el fisiólogo checo S. Figar. Realizó unas pruebas con un pletismógrafo, aparato que permite captar la actividad cerebral de un individuo, por medio de sensores ultrasensibles que registran la presión y el volumen de los vasos sanguíneos del cerebro, al dar comienzo un proceso de actividad mental. Dispuso a dos personas con afinidades psicológicas en dos cuartos separados, pero unidas ambas al mismo aparato. Figar hizo unas preguntas a cada uno, y en el mismo instante la aguja señaló la misma curva para ambos.
Sin embargo, a pesar de los muchos ensayos realizados para demostrar la existencia de la telepatía, sigue habiendo escépticos y crédulos. Lo único que queda de todo en concreto son los casos, protagonizados algunos por gente muy famosa. Imposible decir si mintieron o si obraron de buena fe al hacer el relato de su experiencia.
La historia de Mark Twain y otras similares
En su juventud, Mark Twian fue periodista de varios lugares de Estados Unidos y trabajó largo tiempo en compañía de un hombre llamado William Wright, de quien se hizo gran amigo. Años más tarde, pensaba en algo sucedido en una mina de Nuevo México y que su amigo Bill Wright sería la persona ideal para escribir un libro sobre aquel asunto. Se dispuso a escribir a su amigo y en el momento de echar la carta al buzón recibió una carta firmada por Wright.Decía que pensaba escribir un libro sobre lo sucedido en la mina. ¿Mensaje telepático o coincidencia?
En el verano de 1958, una señora de 60 años llamada Mary Billings, que vivía en Dundee, Escocia, comenzó a sentirse mal y sufrir alucinaciones. Creía oír voces. Acudió al médico y fue hospitalizada el siguiente año. Siguió oyendo ruidos y sentía como si una bestia se ocultase en la garganta. Se hicieron más frecuentes las alucinaciones y comenzó a escuchar extraños ruidos en el oído derecho. El Dr. James Mc. Haig, que atendía a la señora Billings, descubrió en 1968 que había en el hospital psiquiátrico un paciente que sufría las mismas molestias de la mujer, a la misma hora, sin saberlo ninguno de los dos. Mc.Haig averiguó entonces con enorme sorpresa, que los dos pacientes eran hermanos. El siguiente año murió el hermano, de un tumor en el oído derecho. A partir de aquel momento, mejoró notablemente la salud mental de la señora, de manera incomprensible, y no volvió a sufrir alucinaciones ni a escuchar ruidos. De todas maneras, no pudo gozar mucho tiempo de su salud, porque era una septuagenaria y falleció poco tiempo después.
Sir Hubert Wilkins fue un explorador que se interesó lo mismo en viajar por las regiones polares que en la telepatía. En 1938, estando en Alaska, intentó llevar a cabo una conversación telepática con Igo Swann y Harold Sherman, que se hallaban en Nueva York. Tres veces por semana, mientras Levanevsky, que desapareció mientras volaba de su país a Norteamérica, tratarían de comunicarse durante media hora. Proyectaría sus pensamientos y consignaría por escrito lo que creía haber captado, para comparar más tarde las notas. Una vez que el explorador regresó a Nueva York y se puso en contacto con el Dr. Gardner Murphy, director del departamento de parapsicología de la universidad de Columbia, se sacaron conclusiones y se vio que había varios puntos en común.
Pasaron 35 años y unos físicos del Instituto de Investigaciones Stanford se dedicaron a tomar nota, el 27 de abril de 1973, de lo que unos psíquicos intentaron hacer a escala cósmica: viajar con la mente hasta el planeta Júpiter, con la esperanza de que sus impresiones coincidieran con la información que, a partir del 3 de diciembre del mismo año, enviaría a la Tierra el Pioneer 10. El resultado de la prueba no agradó a los físicos.
Se trabaja en la comunicación espacial
Antes de esto, en Julio de 1955, se había realizado otra prueba telepática en un centro de investigaciones ubicado en la base naval de Friendship, Marylad. Una persona dotada, al parecer, con poderes telepáticos, recibió unas tarjetas con dibujos diversos. Después de mirar fijamente cada una y de concentrarse largo rato, proyectó la imagen del dibujo hasta un lugar situado a 2.000 kilómetros, en pleno océano.
En aquel lugar se concentraba el submarino atómico Nautilus, donde un oficial intentaba captar el mensaje telepático enviado desde Meryland. Se concedió una enorme publicidad al experimento y se afirmó que había obtenido un 70% de aciertos. Sin embargo, el alto mando se negó a confiar a la prensa la información que ésta deseaba. ¿Era porque no habían obtenido los resultados esperados, o porque ningún militar deseaba verse acusado de practicar algo que tenía mucho de brujería?.
Unos científicos soviéticos repitieron la experiencia años más tarde. Pero no lo hicieron con seres humanos, sino con animales, de manera tan original como cruel. En un laboratorio de Moscú conectaron un encefalograma a una coneja que acababa de tener crías. Los hijos habían sido conducidos a varios cientos de kilómetros de distancia, hasta un submarino que navegaba por el mar negro. Los recién nacidos fueron sacrificados uno después del otro, con unos minutos de intervalo.
En cada ocasión sucedió algo muy extraño en el laboratorio de Moscú. La aguja dio un salto, lo cual parecía demostrar que el cerebro de la coneja capto los mudos mensajes telepáticos enviados por las crías, a pesar de la enorme distancia que los separaba.
Mucho se estuvo hablando, desde el final de la guerra, de que el Pentágono estaba realizando investigaciones en parapsicología, y en especial en telepatía, con fines militares, igual que estaban haciendo los rusos. Pero, al parecer, las pruebas resultaron un fracaso, de tal manera que algunos organismos civiles extremadamente escépticos, como el CSICOP, declararon que estos estudios se hicieron muy a la ligera, o no se realizaron, a pesar de los muchos libros publicados que se refirieron a la llamada guerra psíquica. Profundo error, porque el propio Pentágono se había mostrado sumamente interesado en el estudio de los fenómenos paranormales, en especial en la telepatía y en la psicocinesis -también llamada Telekinesis-, que podrían ser utilizados posteriormente con fines de espionaje e incluso de sabotaje. El Pentágono solicitó al National Research Council -o Consejo Nacional de Investigaciones- que dedicase un tiempo de sus científicos al estudio de la parapsicología.
Se dedicaron tres años a este trabajo, gastando sumas astronómicas, pero nada positivo resultó. De acuerdo con el psicólogo John A. Swerts, quien dirigió el grupo, no existe aún una forma conocida de hacer de un hombre cualquiera una especie de Superman o de Batman.
Coincidencia y sincronismos, forma de explicar las cosas
El psicólogo suizo C. G. Jung (1875-1961), uno de los creadores del psicoanálisis, intentó explicar las coincidencias de manera muy particular. Proponía un proceso capaz de atravesar el tiempo y el espacio para ordenar los acontecimientos de la misma manera que los arquetipos ordenan el contenido preconsciente de la psique humana. Y llamó a las coincidencias sincronismos, que son provocados más que frutos del azar. Pero antes de hacerlo él, un biólogo y astrónomo aficionado al espiritismo habían intentado ya dar otra explicación al fenómeno, si acaso fenómeno hubiera.
Por teorías no queda la cosa
Paul Kämmerer, quien había ideado una teoría sobre las series y estudiado con gran interés las coincidencias , a lo largo de veinte años, logro reunir un generoso archivos de casos. En 1919 llegó a esta conclusión: todo en la vida, la naturaleza y el cosmos es único y continuo. Pero en eso se quedó. No aclaró gran cosa al respecto. Y antes que él, un francés muy sabio dedicó también enorme interés a este fenómeno, si así se le puede llamar.
Camilo Flammarion (1842-1925), aficionado en sus ratos libres al estudio de los fenómenos metapsíquicos, fue tal vez el primero en estudiar esto de las coincidencias. Decía que no son productos de la casualidad, es decir, resultado de una combinación de circunstancia imprevistas, sino que son dictadas desde el más allá, a los humanos del mundo material, por los espíritus de sus familiares difuntos, para demostrarles que siguen pensando en ellos. A veces, los espíritus se muestran bondadosos, y a veces malvados, decía Flammarion. Y tal vez estaba en lo cierto en cuanto a las coincidencias que acompañaron a la muerte de Saki.
Se llamaba Héctor Munro, pero alcanzó gran celebridad en Inglaterra bajo el seudónimo de Saki. En sus deliciosos cuentos arremetía, sarcásticamente, contra sus tías, con quienes debió vivir a la muerte de sus padres. Saki murió en 1915 por no creer en las coincidencias, o porque una de las difuntas tías quiso vengar las viejas burlas. No es cierto que el rayo no caiga nunca dos veces en el mismo sitio, o que un obús no lo haga tampoco. Encontrándose en el frente de Flandes, un obús abrió un enorme cráter cerca de donde Saki estaba agazapado. Pensando hallar ahí refugio seguro, Saki corrió hacia él. Confiaba en la ley de probabilidades. Cometió un error, porque segundos después quedaba el pobre hecho añicos.
Pero veamos el ejemplo que daba Flammarion en su libro Lo desconocido, publicado en 1902. El poeta Emile Deschamps conoció en su infancia, en una escuela de Orleáns, a un tal Fortgibu, con quien tuvo ocasión de saborear el Plum-Pudding (budín de ciruelas) que trajo éste día de Inglaterra. Diez años más tarde, Deschamps entró en un restaurante y vio que el camarero llevaba un plum-pudding en un plato. Pidió que le sirviera un poco. Le contestó el otro que pertenecía a un cliente de la casa, que resultó ser Fortgibu.
Transcurrieron unos años y Deschamps fue invitado un día a una cena en la que le ofrecieron el mismo postre. En cuanto lo vio contó a los señores de la casa lo sucedido en dos ocasiones anteriores. Al escuchar el nombre de Fortgibu, el dueño de la casa explicó al poeta que lo estaban esperando para cenar. Con este tercer encuentro se acabó la serie. No hubo cuarto plum-pudding.
Otros ejemplos de sincronismos
También en la actualidad han publicado los periódicos y revistas casos semejantes al de Deschamps. La revista londinense Weekend explicaba en su número del 19 de mayo de 1976 que un bebé cayó del piso 14 de un edificio de Detroit y fue a golpear a un sujeto llamado Joseph Figlock. El siguiente año sucedió exactamente lo mismo, con los mismos personajes, encontrándose el bebé ligeramente más gordito. Ninguno de los dos sufrió daños. No tuvieron la misma suerte dos hermanos que vivían en las Bermudas, según informó el Liverpool Echo del 21 de julio de 1975. Fueron ambos atropellados y muertos por el mismo taxi, conducido por el mismo hombre, llevando como pasajero a la misma persona y en el mismo lugar de la misma calle. Pero los dos accidentes sucedieron con un año de diferencia.
En 1919, el joven Melvin Beach, de 17 años de edad, halló una tortuga en cuyo caparazón grabó sus iniciales y el año. Sesenta años más tarde, el 1° de mayo de 1979, volvió a aparecer la misma tortuga con las iniciales y la fecha. Conservaba el mismo tamaño: unos 25 centímetros.
El piloto de un barco que navegaba en 1939 por el Atlántico Norte se encontró de repente en el mismo lugar donde había chocado el Titanic, 27 años antes, contra un iceberg que lo abrió en canal y lo precipitó al fondo del mar. Un extraño presentimiento le hizo detener el navío, en la noche invadida por la niebla. Surgió en aquel momento un iceberg que le causó daños. De no haber reducido la velocidad, el barco se habría ido a pique, se llamaba, curiosamente, Titanian.
En su edición del 8 de julio de 1975, el Daily Mail londinense dio a conocer lo sucedido a la familia Melkis cuando veían sus miembros una película por televisión sobre los últimos momentos del Titanic. En el preciso instante de chocar el gigantesco transatlántico contra el iceberg, un enorme bloque de hielo cayó del cielo y fue a estrellarse contra el tejado de la casa, destrozándolo, y se desplomó en la sala.
Si antes de morir despedazado, pensó Saki que el rayo jamás cae dos veces en el mismo sitio, estaba en un error. Son numerosos los ejemplos conocidos de coincidencias que pudieron matar y que finalmente no fueron de consecuencia fatales. Así sucedió en casa de los esposos Ernest y Betty Hudson, que vivían en Winburn Chapel, en el estado de Mississippi. En el verano de 1984 cayó un rayo sobre su casa. Salieron asustados a la calle y fue una suerte que eso hicieran –obedeciendo tal vez, inconscientemente, el aviso de un difunto que no les quería mal-, porque cayó al instante un segundo rayo, seguido de un tercero, que entre todos acabaron con la casa. ¿Coincidencia salvadora o aviso del más allá? ¿O poseía la casa un misterioso imán en sus profundidades, que atraía las descargas eléctricas?
Puede considerarse también como feliz coincidencia lo sucedido en el otoño de 1980 a Howard Levin, de Great Neck, Lond Island, en el estado de Nueva York. No hubo rayos en esta ocasión, sino incendios. Levin sobrevivió a un par de incendios seguidos, en dos hoteles, que se cobraron 110 víctimas. Fue el primero en el hotel MGM, de Las Vegas, el 21 de noviembre, destruido por un incendio, con saldo de 84 huéspedes muertos. Solamente se salvaron Levin y unos cuantos más. El 4 de diciembre, se encontraba en el Stouffer´s Inn, en Connecticut, cuando se declaró un incendio. Levin logró escapar ileso, pero perecieron abrasados 26 huéspedes del hotel.
Dos casos más, para terminar con las coincidencias
Warren Z. Felty conducía su automóvil de regreso a casa, en una noche de febrero de 1940. Vivía en la pequeña población de Middleton, Pennsylvania. Vio delante de él las luces traseras de un vehículo en el momento de salirse de la carretera. Se detuvo y corrió a prestar ayuda a los accidentados. Solamente había una persona, el conductor, que había sido lanzado hacía adelante, rompiendo el parabrisas y cayendo sobre la nieve. Felty se inclinó sobre el desconocido. Estaba seriamente lastimado. Lo llevó hasta el automóvil y condujo éste hasta el cercano hospital de Harrisburg.
El accidentado se llamaba William M. Miller. Recobró el conocimiento cuatro días más tarde y se enteró del nombre de su salvador. Pero no tuvo oportunidad de conocerlo. Fueron a encontrarse en el invierno de 1944, cuando Felty cayó derribado por los alemanes cuando volaba sobre su territorio y fue hecho prisionero. Cuando era conducido a un Stalag vio un cuerpo tendido sobre la nieve. Se inclinó para ver si aún vivía. Le ayudó a levantarse y a llegar al campo de prisioneros. Allí permanecieron hasta el 29 de abril de 1945, cuando fueron rescatados por las tropas del general Patton. El hombre a quien Felty salvó por segunda vez de morir helado era el mismo William M. Miller hallado en una carretera del estado de Pennsylvania.
El 26 de noviembre de 1911 publicó el New York Herald una curiosa noticia: tres hombres habían sido ahorcados en Londres la semana anterior, acusados de haber asesinado a Sir Edmundberry Godfrey en la localidad de Greenberry Hill. Los asesinos se llaman Green, Berry y Hill. Otro curioso caso de coincidencia tuvo lugar el día antes de desembarcar los Aliados en Normandía, que sucedió el 6 de Junio de 1944. El Daily Telegraph publicó el crucigrama de todos los días, pero en aquella ocasión venían incluidos los nombres en clave de las playas donde tendría lugar el desembarco: Omaha, Utah, Mulberry y Neptune, así como el de la operación militar: Overlord. Lo que era tan solo una coincidencia , a punto estuvo de malograr la operación, seguros los servicios de inteligencia de que la noticia había llegado a poder del enemigo.




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