viernes, 7 de octubre de 2011

POR QUÉ LAS MUJERES TIENEN UN SEXTO SENTIDO



Durante siglos se quemó a las mujeres en la hoguera por poseer «po­deres sobrenaturales» entre los que se incluían la habilidad para prede­cir el destino de una pareja, para descubrir a mentirosos, para comuni­carse con los animales y descubrir la verdad.

En 1978 llevamos a cabo un experimento para un programa de televisión que destacó la capacidad de las mujeres para descifrar las señales corporales que hacían los bebés. En el departamento de maternidad de un hospital, proyectamos una selección de cortos de diez segundos de duración de bebés llorando y les pedimos a las madres que viesen los vídeos sin sonido para que sólo pudiesen examinar la información visual.
La mayoría detectaron con rapidez una amplia gama de sensaciones que iban desde el hambre y el dolor por gases y cansancio. Cuando rea­lizamos la misma prueba con los padres, el número de aciertos fue lamentable. Menos del 10% de los padres supieron reconocer más de dos sensaciones e, incluso los que acertaron, parecían decir las respuestas al azar. Muchos padres anunciaban de forma triunfal, «lo que le pasa al bebé es que quiere ir con su madre». Los hombres tampoco quedaron en buen lugar cuando se trataba de reconocer el llanto de los bebés. Decidimos realizar la prueba también con los abuelos para asegurarnos de que el factor edad no influía en los resultados. Los aciertos de la mayoría de las abuelas se situaban entre el 50 y el 70 por ciento mientras que muchos de los abuelos ni siquiera sabían reconocer a sus nietos.
Cuando llevamos a cabo el experimento con gemelos, descubrimos que la mayoría de los abuelos no sabían distinguir a cada uno de los niños por separado, mientras que los miembros femeninos de la fami­lia acertaban mucho más. Las películas en las que vemos a gemelos que engañan a otros por amor o por dinero en la realidad sólo serían posi­bles si fuesen gemelas. A los hombres se les puede engañar más fácilmente. Ocultamos una cámara en una sala en la que había 50 parejas. En general las mujeres que entraron en la sala en menos de 10 minu­tos habían averiguado la relación entre cada una de las parejas de la habitación. Cuando una mujer entra en una sala, su extrema capaci­dad sensorial le permite identificar casi instantáneamente las parejas que se llevan bien, aquéllas que han tenido una discusión, quién está intentando algo con otra persona o quiénes son las mujeres com­petitivas y quiénes son las simpáticas. Sin embargo, en el caso de los hombres, las cámaras relataron una historia bastante divergente. Los hombres analizaban la sala buscando las entradas y las salidas (su antigua estructura mental les obliga a examinar por dónde podrían ser atacados y las posibles vías escapatorias). Posteriormente, busca caras que le resulten familiares o posibles enemigos y, a continuación, exa­mina la distribución de la sala. Su mente lógica analizará todo lo que esté roto y necesite repararse como alguna ventana rota o una bombilla fundida. Para entonces, la mujer ya habrá analizado cada una de las caras de la sala y sabrá quién es quién y cuáles son sus sentimientos.
POR QUÉ NO SE LE PUEDE MENTIR A UNA MUJER
Nuestra investigación del lenguaje corporal reveló que en la comuni­cación cara a cara, las señales no verbales eran responsables de entre el 10 por ciento al 30 por ciento del efecto del mensaje mientras que los sonidos vocales sólo registraron de un 20 por ciento a un 30 por ciento. Del 7 por ciento al 10 por ciento restante se debe a las palabras. El óptimo equipo sensor de la mujer detecta y analiza la información y, gracias a la extrema rapidez de su cerebro para transmitir información de un hemisferio a otro, es mucho más hábil para integrar y descifrar señales verbales, visuales y de cualquier otro tipo.
La mujer: un radar detector andante
Esta es la razón de que muchos hombres tengan dificultades para engañar a sus mujeres cara a cara, pero el caso contrario, como saben la mayoría de mujeres es bastante fácil, ya que el hombre carece de la sensibilidad necesaria para detectar incongruencias entre su mensaje verbal y corporal. Una mujer no debe temer que la descubran cuando finge un orgasmo. Sin embargo, si un hombre le miente a una mujer, resulta mucho más seguro que lo haga por teléfono, por carta o con las luces apagadas y con una manta por encima de la cabeza

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